Sur del Cruz, la práctica del oficio

Sur del Cruz (SDX) se autodefine como práctica de arquitectura-taller. Fundado por la Arquitecta Dolores “Loli” Mallea en el 2014, parte de la búsqueda por aunar el pensar con el hacer, en la producción de objetos de uso cotidiano. 

por Florencia Rocha

Revista Ojo de Salvia

Diseño- 22 de octubre, 2021

Sur del Cruz (SDX) se autodefine como práctica de arquitectura-taller. Fundado por la Arquitecta Dolores “Loli” Mallea en el 2014, parte de la búsqueda por aunar el pensar con el hacer, en la producción de objetos de uso cotidiano. 

Tras recibirse de la carrera de arquitectura (FADU) en 2005, emergió el momento de  enfrentarse a la escisión entre desempeñarse como Arquitecta tradicional, y el deseo por establecer su práctica profesional en el contexto del taller. Su formación  atravesó diversos trabajos en estudios de diseño, tanto del exterior como de nuestro país. Son estos primeros comienzos los que le permitieron familiarizarse con las lógicas de estudios que construyen lo que diseñan, donde el paso inmediatamente siguiente a proyectar, es el hacer.

Estas indagaciones personales, que tienen a la praxis como motor de búsqueda y que caracterizan su recorrido junto a sus maestrxs, continúan configurando hoy en día su forma de aproximación a los objetos. El oficio se devela entonces como una habilidad infinita e inagotable, que parte del vínculo humano con quien nos enseña, en el que nuestro rol debería ser el de un simple receptor, aquel que dispone todo al servicio de la escucha, desde la humildad y el respeto por quien nos instruye en la técnica. 

En este marco, Mallea afirma que la práctica se encuentra ligada intrínsecamente a lo tangible. Asir el material significa comprenderlo, apre(he)nder las técnicas y operar sobre éste a través de la experiencia. En cada pieza o proyecto queda implícita la huella del camino recorrido, del estudio junto a sus maestrxs y de la repetición que hace a la destreza.

“Asir el material significa comprenderlo, apre(he)nder las técnicas y operar sobre éste a través de la experiencia”. 

El quehacer es un poner a prueba constante, sin por ello dejar de estructurar y sistematizar formas de resolver. Son estas formas, los modos de hacer, las que asignan y cargan de identidad a los objetos y que permiten leer en cada proyecto, más allá de su semejanza estético-formal y sin importar su escala, un lenguaje en común. 

En 2016, SDX pasa de una carpintería colectiva a conformar su taller en Chacarita junto al estudio de diseño de mobiliario Ries, en donde se establece y asienta finalmente el equipo, junto al “Negro” Terrizano, que acompaña a Loli desde sus comienzos, y Nati Marino, estudiantes de diseño industrial y arquitectura, respectivamente. 

Loli describe los modos de proceder del día a día en el taller, como una traducción casi en simultáneo de la idea, a una reunión con el Negro donde se dibujan esquemas como puntapié para construir, y junto a Nati, trabajar en detalle la narrativa conceptual de las piezas, que una vez verificadas, se trasladan al plano para así poder ser replicadas. 

El diseño surge entremedio de la idea, – de la capacidad de extrapolar referencias externas hacia la propia disciplina–, y la técnica, con operaciones de ajuste y adaptación. Más que un proceso lineal, es en realidad un ir y venir entre pensar y hacer, hacer y pensar. En todo caso, el límite queda fijado por la habilidad. El proceso se vuelve una oportunidad de reconocer lo que las manos pueden llevar a cabo, se trata de mejorar con la experiencia e incluso a través del error, como otro aspecto del descubrir. 

La producción del taller orbita entre la pequeña y mediana escala, –en su mayoría construida por ellxs mismxs–, que engloba piezas únicas, muchas en las cuales aflora la admiración de Loli por las de carácter antropo– zoomorfas nacidas en América; y, por otro lado, la producción de mobiliario u objetos seriados, en cuyo proceso de realización participan otras personas o talleres. 

En este sentido, Mallea y su equipo, sienten una responsabilidad para con la producción nacional, formadxs todxs en la universidad pública, y entendiendo también que el taller se encuentra inserto en la economía Argentina. En palabras de Loli, “lo que hacemos no es un hobby, debe ayudar y promover la producción del país al que pertenecemos. Todo lo que nosotrxs producimos en el taller tiene la sensación increíble de haber involucrado muchas manos, muchos vínculos”. 

“lo que hacemos no es un hobby, debe ayudar y promover la producción del país al que pertenecemos. Todo lo que nosotrxs producimos en el taller tiene la sensación increíble de haber involucrado muchas manos, muchos vínculos”.

Este hacer con otrxs de forma colaborativa, le permite traspasar la especificidad de la disciplina y cruzar la frontera hacia territorios que no son los propios, como en el 2019 cuando colaboró con Opera Periférica en el diseño de las piezas escénicas para tres obras. 

Desde su taller, Loli apuesta una y otra vez por una profesionalización de los oficios y que esta mirada a futuro, finalmente le permita continuar involucrando a varios y diversos actores en la cadena de producción de cada nuevo proyecto, donde la práctica queda definida en pos del hacer colectivo.

Foto de portada Javier Agustín Rojas

Edición Guillermina Aguirre

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Florencia Rocha

Redactora