A solas.
A oscuras.
Hay un espejo, sin reflejos.
Y al otro lado una puerta, pero ella aún no lo sabe.
Se abre.
Llega una leve brisa y la despeina.
Y ella sonríe sin ganas.
A solas.
Fragmentada y en silencio.
Se hace de noche y se hace de día y otra vez brilla la luna, allá en lo alto.
Y con ella, menguan también sus ganas de poner en jaque a su equilibrio.
Falaz. Mentiroso.
Las horas le acarician los dedos.
Después la rasguñan.
Pero el tiempo no es tirano. No pasa en vano.
Se desata el pelo y el caos.
Y el tiempo la transforma.
Abre y cierra los ojos frente al espejo sin reflejos.
Y estira sus manos, lo intenta.
Piensa que puede.
Cree que puede.
Descubre que puede.
A solas.