Tierra de las emociones perdidas

La artista argentina Marina De Caro inauguró recientemente la muestra Tierra de las emocionesperdidasdonde investiga la relación entre arte y educación cuestionando los modelos tradicionales.

por Dalia Cybel & Florencia Rocha 

Curaduría

14 de julio, 2021

“La escuela comenzó con un hombre bajo un árbol, un hombre que no sabía que era un maestro, y que se puso a discutir de lo que había comprendido con algunos otros, que no sabían que eran estudiantes”. 

Louis Khan

En el siglo IV A.C. Aristóteles y los peripatéticos llevaban a cabo largos paseos en los que, deambulando, reflexionaban sobre cuestiones filosóficas, metafísicas y cotidianas. Siglos después, en sus picnics al aire libre, los anarquistas se reunían a cuestionar las instituciones establecidas sentando las bases para nuevos proyectos políticos. En 1960, mientras escapaba de la dictadura brasileña, el renombrado pedagogo Paulo Freire proponía el diálogo como una herramienta para tabicar el modelo hegemónico de la educación bancaria donde el alumno es considerado un sujeto pasivo a ser iluminado. 

La errancia, la deriva y el cuestionamiento al conocimiento cristalizado por las academias, aparecen como disparadores de la muestra Tierra de emociones perdidas de la artista Marina De Caro, inaugurada el último 28 de junio en la galería porteña Ruth Benzacar. La exposición indaga sobre la relación entre educación y arte apelando a la potencialidad del intercambio, creando un espacio de convivencia aún en tiempos de aislamiento.

“Dentro de mi trabajo desarrollé muchos proyectos educativos, institucionales y no institucionales, porque para mí el arte siempre termina desembocando en un sistema educativo. Concibo el arte como un lugar donde uno transmite lo que aprende en la medida de que trabaja, más allá de si eso se plasma en una muestra o no” explica la integrante del colectivo Cromoactivismo. “De alguna manera mis muestras siempre rebotaron en mis proyectos educativos pero nunca había sucedido a la inversa. Me pareció que era el momento de asumir ese desafío. En estas obras la palabra escuela es una pregunta que sobrevuela, que remite a lo creativo, al deseo, a lo utópico o como lo queramos llamar”. 

Ni bien ingresa el espectador a la galería, se introduce en un espacio desdoblado, fragmentado por las trece piezas que conforman Naves nubes. Los papeles de escala humana pintados al óleo cuelgan del techo yuxtaponiéndose entre sí sin tocarse, capaces de corromper la neutralidad del cubo blanco. A través del recorrido abierto, que gira inverso a las agujas del reloj, el visitante modifica su perspectiva en la medida que va atravesando los velos de las obras. “Cuando lo transitás el espacio que parecía plano termina no siéndolo, siempre hay algo que no habías visto, pero a su vez en su conjunto sigue siendo esta pintura genérica. La intención es que el espectador pueda dar la última palabra, mirarlo con autonomía. No me interesan las voces únicas sino disponer piezas para que el visitante sea el que la termina de armar” afirma De Caro mientras hace énfasis en la importancia de lo háptico por sobre la preponderancia visual en torno a la cual se erige el dispositivo museístico.

Para mí el arte siempre termina desembocando en un sistema educativo.

En los 9 manteles pintados al óleo colocados a la entrada de la sala, la artista deja asentadas frases-manifiesto que apelan a pensar un modelo divergente de educación, llevado a la práctica en sus talleres, donde propone ejercicios físicos que activan los sentidos, como por ejemplo el baile, punta pie para estimular el pensamiento creativo y artístico entre los participantes. En los manteles, muchos de ellos surgidos durante la Escuela del Ocio, acción realizada en el marco de la tercera Bienal Universitaria de Arte y Cultura de la Universidad de La Plata, Marina recupera la intención de los grupos anarquistas y las corrientes modernas que buscan trasladar el ámbito educativo fuera de las aulas. 

“Me parecía entretenido pensar todas las escuelas que son necesarias y no existen: la escuela de las emociones perdidas, una escuela accidental, la que te escucha, una escuela de las transparencias nocturnas, la escuela de los cuerpos brújula. Para mí el cuerpo es ese lugar que aún no está tan captado por los medios, tan racionalizado, es donde podés vibrar tus sensaciones. Después hay una sociedad que te normativiza, que entiende que si percibís de otra manera estás equivocado. Por eso la potencia habita en lo físico” asegura la hija de arquitectos que, tal vez por su relación tangencial con la disciplina, en sus palabras reaviva la esencia de la frase del renombrado arquitecto del siglo XX Louis Khan. 

Además de las témperas y pasteles en marcos recortados, la muestra se completa con dos piezas escultóricas: Escucha las palabras no dichas, una estructura flotante de alambre de aluminio en el fondo de la sala, y La mirada que distancia, una pieza de yeso y bronce con silueta de animal mitológico que, haciéndole frente al espectador, en su reflejo distorsionado abre el juego a otras impresiones posibles. Bajo la idea de comunidad, De Caro y Benzacar decidieron formar parte de la propuesta Fondo fluido un proyecto de apoyo económico para artistas visuales que quedaron en situación de emergencia por la pandemia, por el cual un proporcional de la ganancia por la venta de las obras será donado. 

Me parecía entretenido pensar todas las escuelas que son necesarias y no existen: la escuela de las emociones perdidas, una escuela accidental, la que te escucha, una escuela de las transparencias nocturnas, la escuela de los cuerpos brújula.

En su famoso texto El maestro ignorante el filósofo francés Jaques Ranciere, se pregunta si es posible enseñar aquello que se ignora. En concordancia, De Caro dinamita las metodologías tradicionales para apostar a la horizontalidad. Exalta la trama de saberes conjuntos: conocimientos marginales, abyectos, bastardos, mestizos: aquellos que no se transmiten en las aulas sino que requieren del intercambio con los otros. “El arte tiene una manera de afectar y ser afectado que es trasladable a cualquier tipo de disciplina, lo creativo no es una posibilidad solo de algunos sino un ejercicio social” sostiene con la potencia política de la experiencia propia. 

De Caro rescata la noción de falansterio del socialista utópico francés, Charles Fourier, para pensar la galería como un ecosistema de encuentros, desterrando el imperativo del silencio. Tierra de las emociones perdidas se erige entonces como una invitación, como un aliento a pensar(se) en movimiento, para convocar a deconstruir en complicidad, retrasándose en el desacierto, evocando el vagabundeo pendular de los peripatéticos.

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Dalia Cybel

Redactora

Florencia Rocha

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