La luz no es el final del túnel, es el camino
Stefanie Wolff, artista patagónica en un cuerpo animal, se funde con el paisaje en busca de la magia propia.
por Marina Cisneros
Era 1982 en Alemania cuando su madre decidió viajar miles de kilómetros para dar a luz en la provincia de Neuquén a esta aventurera. Stefanie, como una imagen latente, atravesó nubes en el vientre de su madre, aterrizando en la árida Patagonia de los años ochenta. Nació y vivió su niñez en Plottier, localidad donde comenzaron a formarse las primeras fantasías, viajes, amistades y anécdotas que, con el tiempo, se convertirían en las huellas de su existencia y en secretos a develar. Su primera cámara de fotos la compró aún siendo niña en un viaje escolar a Villa La Angostura. De esta cajita mágica surgieron las primeras imágenes de Stefie: cielos, luz, vida. Un gesto, una mirada que buscaba amor.
Inquieta y siempre capitana de su propio barco, recorrió diferentes caminos hasta encontrarse con el cine y luego con Marcos López, quien fue su maestro, el Andy Warhol del subdesarrollo, el creador del surrealismo pop. Él le enseñó que la fotografía era más que una técnica: sería arte si en ella nos involucramos desde lo más íntimo de nuestro ser. Para llegar al núcleo artístico de la imagen fotográfica no alcanza con navegar sobre la tormenta, es necesario ser la tormenta, bucear dentro una misma, de la propia historia, estar siendo en la búsqueda constante.
En Neuquén, hace un poco más de seis años, Stefanie creó Espacio Amadeus, un estudio de fotografía en el que se dedicó sobre todo a la imagen editorial. El tiempo la introdujo en los temas existenciales de la fotografía artística, lo que devino en accionar pedagógico. Dar talleres se convirtió en una de las tareas más enriquecedoras en la vida de la fotógrafa, entendiendo a la pedagogía como un acto de resistencia. Resistir a un mundo injusto creado por nosotrxs mismxs y hacia nosotrxs mismxs. Resistir para transformar realidades.
La fotografía termina siendo un Aleph y los mundos posibles e imposibles de las emociones, los recuerdos, el deseo, las frustraciones, las heridas, el abandono, la liberación, la necesidad de registro y huella están jugando todo el tiempo en las diferentes capas que el lenguaje fotográfico propone.
¿Quién estás siendo?
Una persona que intenta abrirse a tanta transformación, buscando cruzar el túnel y sostenerse a partir de su mirada.
¿Recordás cuándo comenzó tu vínculo con la fotografía?
Mi conexión con la fotografía arrancó cuando me convertí en la asistente de Marcos López. En este período percibí que algo me estaba pasando con la fotografía fija y algo estaba dejando de ser con el cine. Yo estudié Dirección de Fotografía en la FUC (Universidad del Cine) y, por un problema que tuve en la espalda, no pude trabajar más en rodajes. Con un amigo pensamos en llamar a Marcos y pedirle trabajar gratis. Él me aceptó desde un primer momento y jamás me permitió trabajar sin pagarme. Fue muy hermoso todo ese tiempo de saber lo que implica un proceso creativo para pensar una imagen de Marcos. Los hilos que une y las potencias que están en juego.
¿Cómo te transformó o te va transformando este vínculo?
La docencia es lo que más me atraviesa con este vínculo. Siento que estoy en otro lugar cuando estoy dando clases. Un lugar protegido, amable, resguardado y que, a su vez, en las instancias en las que yo estoy transitando el aprendizaje en una beca o residencia artística, yo recibo ese abrazo, esa contención y guía. La fotografía termina siendo un Aleph y los mundos posibles e imposibles de las emociones, los recuerdos, el deseo, las frustraciones, las heridas, el abandono, la liberación, la necesidad de registro y huella están jugando todo el tiempo en las diferentes capas que el lenguaje fotográfico propone.
¿Nos contás un poco sobre el proyecto que te hizo ser consciente de tu poder para crear una historia propia desde las imágenes?
Cada ensayo fotográfico es la posibilidad de trabajar algo personal a través de un relato con texto y con imágenes. No lo elijo directamente, empiezo rodeando algo que no sé bien qué es, pero una vez adentro, soy consciente que la raíz tiene que ver con alguna parte de mí que necesita exorcizarse. La primera experiencia fue con mi trabajo Paciencia, que fue la forma en que pude soltar una pérdida trágica que me costó muchísimo procesar.
¿Qué te da la fotografía en relación a tus proyectos/ensayos personales?
Las fotografías (o las imágenes, porque también trabajo con archivos, objetos, imágenes en movimiento, audio y escritura) me dan la oportunidad de transitar un camino, anidando una posibilidad de experimentar y conocer. Experimentar el arte, que es mi necesidad primaria, y conocer el mundo como territorio y como lenguaje. Sanar lo que haya que sanar, reparar la memoria, reconstruir la identidad cada vez, abrazar la historia propia y la ajena y, sobre todo, ser un puente. Hacia dónde, no tengo la más pálida idea. Pero ser puente, que algo se traslade, que cruce, que atraviese, que conecte, que cambie las células de lugar, que despierte curiosidad, que te pregunte cosas y que puedas, por lo menos, tener la necesidad de escuchar las preguntas que resuenan en la vida y que, muchas veces, las silenciamos por miedo y enterramos.
¿Qué te quita?
Nada.
¿Qué pasó en vos cuando te encontraste dando talleres?
Fue clarificador. Encontré el lugar en donde quería ubicarme. Dar clases, reconocerme docente, compañera de procesos personales y artísticos y ser gestora de un espacio de experimentación y resguardo implicó modificar la estructura de taller y de lo que entendemos por fotografía. ¿Qué nos pasa con las imágenes? ¿Por qué fotografiamos? ¿Por qué volvemos a las imágenes?
¿Qué te sucede en ese cruce de fotografía y pedagogía?
Es un ejercicio de amor maravilloso. Siento que no podría dejarlo nunca. El intercambio de saberes es un privilegio y me siento afortunada y agradecida por poder hacerlo.
¿Por qué te parece importante el estudio de la fotografía?
Aprender sobre fotografía o sobre las imágenes nos permite entender mucho mejor quiénes estamos siendo y todo lo que nos rodea. Por ejemplo, cómo pensamos el álbum familiar, cómo pensamos desde el género, cómo se articula la historia de un lugar, una noticia, un recuerdo, una representación, qué sostengo con el tiempo y qué dejo ir.
La fotografía ha pateado el tablero de la cámara de fotos. Ya no necesitamos ese dispositivo, ahora tenemos otros recursos narrativos y discursivos que nos están influenciando como personas. Saber qué pasa ahí con eso y revelarlo. Cada vez me importa y me preocupa más esta palabra, “comprender” cómo nos reconocemos, qué ya no queremos ser, qué queremos dejar que pase, qué es lo que voy a dejar como huella de mi existencia.
¿Para qué aparecen las imágenes?
Las imágenes aparecen para gestar una cartografía. Son signos que hablan y, de acuerdo a las circunstancias, su discurso cambia y cómo las escuchamos también. Aparecen como gestos. Tienen una potencia intrínseca de mencionar sutilmente (o no) información sobre nosotrxs y sobre el tiempo/momento. Aparecen para despertar la mirada, esa construcción impermanente de cómo estamos configurando nuestro mundo cada vez.