Herramientas de proximidad

Luego de exponer en la muestra colectiva “Transformación. La gráfica del desborde” la artista Leticia Obeid habló con Ojo de Salvia sobre su obra, donde el lenguaje, la copia y la traducción se tensan entre sí.

Revista Ojo de Salvia

Curaduría – 24 de agosto, 2021

Luego de exponer en la muestra colectiva “Transformación. La gráfica del desborde” la artista Leticia Obeid habló con Ojo de Salvia sobre su obra, donde el lenguaje, la copia y la traducción se tensan entre sí.

Una mano imita otra mano, replica el camino allanado. La silueta de una palabra reconoce el trazo, lo engulle. Sobre el papel transparente, un recorrido que nunca será el mismo intenta asimilarse, tomando el pulso tembloroso del dibujo que habita allí hace años. 

Leticia Obeid calca la firma de Aída Carballo como un ritual para traer algo de su historia al presente. La artista invoca a su colega a través de un gesto mínimo, compulsivo, que aunque repita constantemente, nunca logra alcanzar el original. “Te diría que la letra es imposible de copiar, es casi como una huella digital. Pero esa actividad casi imposible me ha servido como anclaje en estos días tan extraños” escribe Obeid a Lila Siegrist al comienzo del aislamiento.

Letra y lenguaje, habla y escritura, copia y traducción, grafía y dibujo son los pares complejos que atraviesan toda la obra de la artista cordobesa. Nacida en 1975 y criada en un pueblo del interior de la provincia, Obeid se formó en la Escuela de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba. Desde el 2004, cuando decidió migrar a la capital, incursionó en diferentes disciplinas y publicó un libro de relatos y dos novelas. Si bien la mayoría de sus obras se desarrolla en formato video, la fotografía, el audio y el archivo funcionan como soporte para seguir adentrándose -a contrapelo- en el opaco terreno del lenguaje.

En su última obra “Trabajos prácticos”, expuesta en la muestra Transformaciones” en la Casa Nacional del Bicentenario, Leticia toma como punto de partida documentos personales, apuntes y trámites legales de la grabadora Aída Carballo para desplegar estrategias de proximidad. A través del calco, la repetición y la copia, Obeid cuestiona el mito aurático de la obra de arte como original y problematiza la idea patriarcal del artista genio.

“Te diría que la letra es imposible de copiar, es casi como una huella digital. Pero esa actividad casi imposible me ha servido como anclaje en estos días tan extraños”.

¿Cómo surge la obra “Trabajos Prácticos”?

En principio la obra surge en base a la propuesta de las curadoras Silvia Dolinko y Cristina Blanco, de trabajar con el archivo de grabadores tradicionales. Yo tomé la figura de Aída Carballo porque me resultaba interesante que, más allá de que tuvo una carrera exitosa y fue docente y artista, en algún momento la crítica empezó a enfocarse en sus problemas de salud mental, patologizándola y dejándola cristalizada bajo la figura de artista loca.

Estudiando su obra conocí a Luci Lauman, que había documentado su archivo en Fundación Espigas. Ella me señaló que a lo largo del tiempo, su firma había ido mutando hasta convertirse en una parte más de la obra gráfica, y que además parecía pensada para estar ahí. Yo ya venía probando calcar manuscritos del siglo XVIII, XIX y XX desde el comienzo de la cuarentena y decidí calcar la firma de Aída, para pensar en los puntos de relación entre mi mano y la de quien había escrito esa firma cincuenta años antes. Hay algo que sucede cuando calcás, que por más que copies el mismo gesto, incluso tu propio gesto, nunca queda igual.

¿Por qué elegiste la firma?

La firma sigue siendo algo con mucho peso frente al Estado. Todos los trámites importantes en la vida se sellan con la firma de la persona. En ese sentido me resultaba interesante, cuánto de esa autonomía aún se nos niega a las mujeres. Cómo hasta el día de hoy nos cuesta ser dueñas de lo propio. La historia de la escritura es muy poco democrática, el mundo se divide entre quienes pueden o no escribir. La escritura reparte y asigna identidades, genera relaciones filiales, se relaciona a la posesión y en ese sentido es totalmente patriarcal.

Marcás la unicidad de la escritura, sin embargo la copia está presente en toda tu obra…

Me interesa el carácter performático de la escritura, esa cualidad por la cual siempre se repite y siempre es única. Yo concibo la escritura a veces como un problema visual y a veces de lenguaje, por eso me cuesta encasillar mi obra, de hecho la mayor parte de mis últimos videos están compuestos de material ajeno. La copia es una manera de desestabilizar la idea de obra arte original, de apropiarse de lo que no es tuyo, que es un poco lo que hacemos todo el tiempo las mujeres, apropiarnos de lo que no es propio, en el sentido de que nadie nos lo dio. Tomar un lugar que no nos pertenece.

También trabajas con el tema de la traducción, de hecho en 2013, con la curaduría de Lara Marmor, ganaste el Premio Petrobras con la obra “Dobles” donde documentás el trabajo que hacen los doblajes.

La traducción fue un tema muy en boga hace veinte años, momento en el cual empezó a expandirse la globalización. La relación de la traducción con la tele siempre me interesó, empezando porque yo fui criada en un pueblo de Córdoba y todo lo que transmitían era de Buenos Aires, ahí ya hay algo de habitar la periferia que genera una traducción por supervivencia.

La traducción es muy autoritaria, nunca es desafectada, trae un montón de imposiciones. Por un lado es algo que no podemos dejar de intentar -porque no podríamos comunicarnos- pero por otro, no se genera en términos igualitarios. Eso lo vi cuando viajé a México a hacer la obra de los doblajes. Entrevistando gente que yo había escuchado durante años en la tele, como el intérprete de Homero Simpson, vi cómo los actores eran colonizados por la cultura de Estados Unidos y a la vez, nos iban colonizando a quienes los consumimos. Por otro lado, hay algo muy lindo y creativo en la traducción y es que siempre requiere de cambios, por más que irradie de un centro, va reverberando, se va adaptando.

Cuando me decís eso pienso en la figura de la Malinche como una de las primeras intérpretes, que a su vez fue descalificada por ser mujer…

Sí, Malinche quedó en la historia como una traidora y muy al contrario su pericia y su talento ayudó a tejer puentes, que tal vez incluso hayan contribuido a que la conquista no fuera tan sangrienta. No lo sabemos, nunca vamos a saber lo que nos privó de ver la falta de oportunidades a las mujeres. Lo que sabemos es que esa figura femenina quedó soslayada y tuvo un papel enorme.

En ese sentido ¿Cómo creés que hubiera sido la historia del arte si la obra de mujeres y disidencias hubiera tenido mayor visibilidad?

Es muy difícil imaginar cómo hubiera sido lo que no fue. Creo que lo que se ve ahora, que hay más lugar para artistas mujeres, es un mundo menos competitivo, más inclusivo, más justo. Hemos sido criadas para cuidar a los demás y pensar en el otro, por eso y sin idealizar, cuando trabajamos tenemos formas más horizontales y generamos otras dinámicas. Me da la sensación de que hay una tendencia a pensar las cosas de manera colectiva y esto tiene mucho que ver con la revalorización de las tareas femeninas, que a su vez permite el cuestionamiento de los valores patriarcales del arte como la unicidad, la firma, el autor como genio. Es otra manera de producir y ojalá se siga expandiendo.

Nota editada por Guillermina Aguirre

Nota auspiciada por:

¡Te invitamos a compartir en tus redes sociales!

Autorx

Dalia Cybel

Redactora