¿Cuál es el camino que hace la palabra para volverse olor?

La artista y licenciada en Diseño de Comunicación Visual, Cecilia Catalin, acaba de inaugurar su muestra en el Centro Cultural San Martín, donde indaga sobre la potencia del olfato y los olores en la memoria colectiva. 

Revista Ojo de Salvia

Curaduría – 7 de diciembre, 2021

Un libro nuevo, el café negro, el pasto recién cortado, una torta de chocolate horneándose. Tal como ilustra Marcel Proust en la novela “En busca del tiempo perdido”, los olores funcionan como estímulos de la mente humana, evocando recuerdos y despertando zonas reprimidas del inconsciente. Aunque pocos lo sepan, el ser humano es capaz de recordar hasta 10 mil olores diferentes a lo largo de su vida y de retener hasta el 35% de la información que le llega mediante el olfato, frente a un 5% de la que obtiene a través de la vista. Estos aromas, que forman parte de nuestra paleta odorífera cotidiana, toman connotaciones personales y colectivas, moldeando nuestro comportamiento, influyendo en la cultura y evocando situaciones. 

Sobre cómo los aromas pueden transportarnos a momentos de nuestra historia trata “¿Cuál es el camino que hace la palabra para volverse olor?”, la muestra de Cecilia Catalin recientemente inaugurada en el entresuelo del Centro Cultural San Martín. Curada por Paola Fontana, la exhibición presenta una serie de capturas olfativas, en las que Catalin trabaja desde comienzos del 2019. Allí, en palabras de Fontana, la artista “nos inspira a preguntarnos sobre el oler y los espesores de consciencia en que nos encontramos las personas, como partícipes y productoras olfativas”.

Después de la inauguración, Ojo de Salvia habló con la licenciada en Diseño en Comunicación Visual sobre su obra, los proyectos a futuro y la implicancia de los olores en nuestra vida cotidiana.

¿Cómo surge la muestra?

Esta muestra surgió de una manera muy azarosa. Yo venía de trabajar con performance y quería investigar cómo afectaban al cuerpo las situaciones olfativas. Comencé de manera muy intuitiva, proponiéndome identificar escenas de series o películas que hablaran del olfato. Sin embargo, cuando intentaba hacer captura de pantalla de la imagen el propio dispositivo me lo impedía, capturando solo el fondo negro y los subtítulos. Decidí dejarlo así porque me pareció interesante que se formara una imagen universal, donde cualquiera que lea el texto pueda verse representado. A esta serie la llamé “Capturas Olfativas” y se complementa con un lienzo en blanco que emite olor. La idea era no elegir ninguna foto que limite, sino que cada espectador que se acerque proyecte en ese espacio el recuerdo al que el perfume lo remite.

¿Es casual que hagas énfasis en el olfato, siendo el sentido menos utilizado en las artes visuales?

Siempre me interesó la posibilidad de producir las reminiscencias que generan los olores. Cuando olés algo, aunque no lo veas, se te genera una imagen súper personal que está dentro de tu memoria. Siento que con el olor hay una cercanía muy fuerte. Cuando la fragancia es percibida por el sistema nervioso para ser decodificada, se genera cierto contacto que, en lo visual, está más racionalizado. También hay una convención sobre los olores, socialmente hay cosas que huelen bien y otras que huelen mal. 

¿Cómo es eso?

Los olores de nuestra cotidianidad olfativa, que son los olores con los que convivimos, toman significado según cómo los nombramos. Por ejemplo, lo que entendemos como “olor a limpio” en verdad, muchas veces, es olor a limón o a productos de limpieza. Son palabras que nombran situaciones odoríferas y así gestan un discurso en torno a ellas, al que se le dan connotaciones morales. Esto varía según la cultura, por ejemplo, en Estados Unidos, son súper higienistas, pero en Asia es más fuerte la impronta social de los condimentos y es una cachetada olfativa para quien no está tan acostumbrado. Aunque nos cueste desnaturalizarlo, los olores también se relacionan con el sistema de creencias en el que nos forjamos. Nada es natural, sino algo aprendido. 

“Los olores de nuestra cotidianidad olfativa, que son los olores con los que convivimos, toman significado según cómo los nombramos”. 

¿Estás haciendo otras obras relativas al olor?

Si, durante mayo y junio estuve haciendo unas obras que llamé “Paletas Olfativas”. También comencé un proyecto, que aún tengo que editar, donde recopilo audios de Whatsapp con testimonios de personas que perdieron el olfato por el COVID y cómo fue esta experiencia. A través de sus relatos, me di cuenta de que la mayoría de las personas tomaba conciencia cuando se estaba bañando, lo que también supone que es el momento en el cual entran en contacto con sus propios olores, el shampoo, el jabón. Otros hablaban de no poder oler el café a la mañana. Es curioso que recién cuando desapareció el olfato se dieron cuenta cómo los acompañaba en la vida cotidiana. 

¿Tenés algunas referencias de artistas que también trabajen con el olfato?

Las vanguardias brasileñas utilizan mucho lo sensitivo, estimulando el olfato, el gusto, el tacto. Pienso en Ligya Pape, Elio Oticica o Ernesto Neto. Acá en Argentina, Martín Bonadeo a veces lo hace. Hay muchxs artistas que utilizan lo olfativo, lo que sucede es que tal vez lo hacen como disparador de una sensación, como punto de partida y no como punto de llegada en sí mismo. 

La muestra hace referencia a la necesidad de poner en palabras los olores, ¿por qué?

Es una manera de registrar la memoria olfativa, uno puede destilar el olor y conservarlo, pero eso después va a desaparecer. A través de la palabra queda un registro. Es lo que utilizan las publicidades de perfumes o vinos para generar un universo, para hacer alusión a un sentido. La palabra une la manera de representar algo que no ves para identificarte con ello. 

Nota editada por Macarena Lizarraga

Con el apoyo de:

¡Te invitamos a compartir en tus redes sociales!

Autorx

Dalia Cybel

Redactora